Hoy he soñado con insectos y ha sido un poco desagradable.
Creo que es porque hace unos días, mientras estaba delante del ordenador, fui a coger algo de la mesa de mi escritorio, moví un papel, y de debajo salió corriendo una pequeña araña, que llegó hasta el final de la mesa y huyó descolgándose.
No le dí mayor importancia.
La semana pasada, también en la misma situación, hice un descanso ocular dejando caer la mirada por las paredes detrás de la pantalla... y descubrí una pequeña mariquita, de las que son negras.
También me dio igual, la dejé allí y volví a mis asuntos.
He asumido que con las recientes buenas temperaturas y la cantidad de tiempo que tengo abierta la ventana, se me cuelan bichos en la habitación.
Pero hoy el sueño no ha sido muy divertido: mis insectos estaban debajo de la cama y eran como unas mantis religiosas pero muy finas, como hechas de astillas negras. Y grandes, como del tamaño de un gato. Y malvadas, estaban acechando... eso en un sueño, pues lo notas, notas el mal rollo.
Tenía claro que debía acabar con todas ellas. Sin piedad ninguna. Así que cogía un cepillo del pelo de madera, y las daba justa muerte golpeándolas en su cabeza. Pero al hacerlo, las astillas de su cuerpo salían disparadas con violencia, y se me clavaban en la piel. Las había de todos los tamaños: gruesas, delgadas, largas, cortas, algunas me atravesaban los dedos de lado a lado, algunas se me quedaban enteras debajo de la piel. Y yo me las iba quitando una a una, con cuidado y precisión. Todas las astillas religiosas estas.
Hace tiempo que vengo coleccionando imágenes donde haya insectos escalando rostros humanos.
Es una sensación que me da infinita grima, pero a la vez me atrae irremediablemente. Y me parece muy metafórico.
Una polilla revoloteando en tus labios, sus movimientos y las cosquillas, llenando la boca de ese polvillo fino de sus alas, mezclándose con tu saliva...
Una hormiga que va a beber directamente a tu lagrimal, se asoma dentro y chupa, sus patitas apoyadas en tu ojo.
Y una hormiga alada, deslizándose dentro de tu nariz, cada vez más y más arriba... y tus ganas de estornudar.
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Amanda Leivian |
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Jaz Wasson |
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Daniel Sannwald |