Hace tiempo que vengo intentando responderme esta pregunta.
Siempre me he considerado como una persona alejada la política, principalmente porque no la entendía, porque me quedaba lejos, al otro lado del periódico o de la pantalla. Hasta no hace mucho tiempo, tenía esa idea de que tenía capacidad nula de discernir lo que es mejor o peor para un país. Y hasta hace unos meses también tenía esa idea venenosa de que las cosas jamás podrán cambiar.
Se me plantea la duda de si mis pensamientos no serán fruto, a fin de cuentas, de la educación que he recibido, de los medios de comunicación a los que atiendo, de la gente de la que me rodeo... me planteo hasta qué punto tengo una forma independiente de pensar (partiendo de la base de que no creo que haya una forma de pensar absolutamente independiente, pura y libre de influencias). Ahora que me doy cuenta del terrible esfuerzo de identidad personal y espíritu crítico que requiere esto, entiendo por qué la mayor parte de la población no lo hace. Es disgustoso, pero necesario. Igual que los recortes. Pero parece que es más fácil sacrificar dinero que conciencia.
Si ahora mismo googleamos "grupos antisistema", se nos presentará una colección de imágenes abarrotadas de porras, gritos y contenedores ardiendo. Todo gente joven, pañuelos palestinos, tiendas de campaña, rostros tapados, capuchas y por supuesto, la sangre resbalando por la piel. Sobretodo, el enfrentamiento con los antidisturbios es el icono por excelencia. Aunque a mí personalmente se me haga la boca agua con todo esto, desde luego no hay que ser un maestro de la manipulación para criminalizar a este colectivo. El joven antisistema es nuestro particular Emmanuel Goldstein. Así de fácil, sencillo y para toda la familia.
Sin embargo, la cosa cambia si buscamos "antisistema", tanto en el diccionario de la RAE como en la wikipedia, resulta que ser antisistema es ser contrario al sistema social o político establecido. Y se produce en mí un fenómeno que, mira tú por donde, comparto con el señor Mariano Rajoy: las circunstancias se nos vienen encima, la presión del ambiente, el ecosistema en constante cambio, Europa, los mercados... hay que adaptarse a ellos rápida y eficazmente. En su programa electoral nos vendieron lo contrario, pero ahora las circunstancias les obligan. Pues exactamente del mismo modo, las circunstancias que me está tocando vivir, me están obligando a rechazar radicalmente el sístema social y político impuesto (que no establecido) y busco, igual que ellos, una manera rápida y eficaz de lograr mis propósitos.
¿Por qué habría de ser más loable su adaptación al medio que la mía?
Hace unos meses, solventando la confusión de los propósitos del feminismo, definiéndolos como la búsqueda de la igualdad y la equivalencia entre hombres y mujeres, yo me preguntaba qué mujer no querría ser feminista, qué mujer no desearía equilibrar la balanza y alcanzar una igualdad real.
Del mismo modo, hoy me pregunto: ¿Qué ciudadano, que no pertenezca a la casta política o banquera, no sería antisistema?
¿Qué persona que no estuviese alienada hasta la extenuación no querría cambiar este sistema que ha acabado oprimiendo a todos y cada uno de los sectores de población?
Dicho esto, y como la mayoría sabéis, no respondo al estereotipo de antisistema, y es lo que menos me preocupa, porque al final, sólo es eso, un estereotipo. Pero cuando veo los vídeos de los disturbios de Londres del verano de 2011, disfruto enormemente. Me regocijaría muchísimo ver edificios calcinados, llamas, cristales rotos y los Cuerpos de Represión del Estado reducidos a cenizas (de las cuales un 70% serían restos humanos y un 30% restos de cocaína). Nunca había creído tanto como ahora en aquello de la Acción - Reacción. Quiero que todo esto estalle en nuestro país, y lo espero con ansia e ilusión. Ya no creo en ese concepto utópico de la Paz Social porque hace mucho tiempo que no existe orden ni, por supuesto, seguridad.
La seguridad, a mi entender, no es que te roben el bolso en la calle, la seguridad es confiar en que el mes que viene no te quedes en la calle, la seguridad es saber que la semana que viene podrás tener acceso a tus medicinas o que tu hijo podrá ir a una guardería o no abandonar sus estudios en la universidad.
La Paz Social, como mínimo, es que si Andrea Fabra quiere que se jodan todos los desempleados de España, que en su día tributaron a las arcas del Estado que hoy la permiten que se eche sus mechas rubias, por lo menos no demuestre su absoluto hijoputismo gritándolo a los cuatro vientos.
Pero, al final, lo peor no sería que recibas una paliza impune por haber intentado luchar. Para mí, la verdadera amenaza es toda la gente que, en pleno uso de tus facultades y en un acto volitivo y completamente libre, deciden no intentarlo.
Viñetas: El Roto y Pepe Medina.
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