tíos buenos para malos tiempos: Alberto San Juan

Últimamente estamos todos malos. Ha llegado el frío casi polar a Madrid y entre acetilcisteína y paracetamol, cuando quiero hacerme una buena sangría casera, que me saque todo lo malo, me purgue de males físicos, me pongo Salvados los domingos, para, literalmente, echar el resto.

Cuanto peor están los tiempos, mayor es el buenorrismo de hombres que tengo que poner en esta sección, así que hoy, a riesgo de quedarme sin munición para situaciones aún peores (dios mío, aún peores...), saco la artillería pesada. Como terapia de choque: Alberto San Juan.

Madrileño, 44 años (y que todos los hombres lleguen así a esa edad) y, en mi opinión, su mayor mérito es albergar una reserva de testosterona tal que podría posibilitar el cambio de sexo al total de la población femenina española. Aunque, con su existencia en el mundo, ¿quién querría convertirse en hombre?

Y después de estos halagos que están en la línea entre pedante y obrero, tengo que decir que mi excusa es que la genética le ha dotado de un físico que produce la reacción femenina, natural, primitiva y programada, de ansiar esos genes por encima de todas las cosas. Rasgos marcados, mandíbula, nariz, complexión fuerte... Definitivamente, quien no quiera un descendiente San Juan es que no está comprometida con la causa de perpetuar nuestra especie. Y punto.

Mentiría si dijera que me he devorado toda su filmografía, porque no es así. Y aunque tengo que confesar que su personaje de El otro lado de la cama y Los 2 lados de la cama, me encanta, hace poco tuve la oportunidad de ver Horas de luz, que me sorprendió muy gratamente (después me informé también de la historia real y es bien interesante). Desde luego, a nadie le quedan tan bien los chandal ochenteros.

Haré los deberes con el resto de sus pelis.

Y bueno, para qué engañarnos, ¿lo mejor de todo? Cuando le hacen una entrevista y suelta todas estas perlas (y eso que es para El Mundo).

Ains, Alberto, tu haces que España gane algunos puntos y contrarrestas mis tristezas.