28.2.12

Los Oscar, esa gran decepción

El pasado domingo, me lié la manta a la cabeza y probé una experiencia nueva: me tragué enterita la gala de los Óscar. A las 23h30  planté mi culo en el sofá, y hasta las 5h30 no lo levanté. Sí, señores, 6 horazas, para disfrutar de la maravillosa y espectacular Fiesta del Cine Glamour Ostentación Publicidad Dinero... Porque si éso es el Cine, me coso los ojos.
He de decir que también fui testigo de cómo evoluciona un rostro con el paso de horas de aburrimiento y sueño. Jamás pensé que las ojeras pudieran formarse en tan corto periodo de tiempo, pero la pasada madrugada del lunes, Billy Crystal lo consiguió.

En fin, tampoco quiero entrar ahora en disquisiciones igual de aburridas, pero tengo que reconocer que la Ceremonia de entrega de los Premios Oscar ha entrado a formar parte de las cosas que se hacen una vez en la vida para probar a ver qué tal, y no hay absolutamente ninguna necesidad de repetir.

La Alfombra Roja, sin embargo, es otro cantar. Es lo único aprovechable: ves pasar a los actores y actrices, todos super glamourosos con sus vestidos y joyas de precios obscenos, horas de peluquería, maquillaje y clases de posado, los resultados de previos meses de alimentarse a base de hebras de puerro y piña... un festín para los sentidos. Sobretodo el de la envidia.
Pero es entretenido, sin duda. La Alfombra Roja terminó a las 2:30 hora española, que es cuando comenzó la Ceremonia, por tanto, si el año que viene os animáis, ya sabéis que podréis acostaros a esas horas, porque manteneros despiertos a partir de entonces, tiene un nombre: Tiempo Perdido.

Cada dos o tres galardones entregados, hacen un descanso (imagino que para cambiar todo el decorado del escenario y de paso meter publicidad), lo cual sólo hace aumentar el hastío... pero claro, ya te has tragado mejor dirección artística, sonido, montaje de sonido, montaje a secas, efectos visuales, banda sonora y canción  y ¡maldita sea! quieres ver perder a George Clooney... con lo cual estás ahí hasta el final, viendo como se reparten todas las estatuillas entre dos o tres películas únicamente.


Aunque no debemos engañarnos, ya tenemos pistas sobre la emoción, o ausencia de ella, de la Gala, ya que básicamente acuden los protagonistas de las pelis nominadas ese año, las actrices que llevamos viendo en las revistas y en la TV los últimos séis meses, éso es lo que nos espera. Si piensas que es una gala sobre Cine, tiendes a pensar que acudirán grandes directores, grandes actores de hoy y de siempre, grandes clásicos (menos mal que Meryl Streep estaba nominada, así por lo menos acudió alguien). Olvídate, esta es la Fiesta de la Rabiosa Actualidad

Y aún diría más: es la Fiesta de la Suerte. Porque yo no dejaba de pensar en qué diferente hubiese resultado la noche si hubiesen estado nominados a mejor actor, Ryan Gosling por Drive y Michael Fassbender por Shame (las malas lenguas dicen que los puristas de los académicos ni se plantean incluir el sexo entre las nominaciones, aunque también dicen que Jennifer Lopez mostró un pezón). Un toque de justicia cinéfila y buenorrismo que a mi modo de ver hacía verdadera falta, y que seguro hubiese convertido mis ojeras en lágrimas de emoción.





Después de todo esto, lo tengo claro, los Oscar son una monstruosa celebración en la que los ricos se palmean las espaldas unos a otros. Y los que se han enriquecido en 2011 dejarán paso a los próximos que se enriquecerán en 2012. Y así, niños, es como el dinero circula.

Así que he abierto los ojos y me he salido de la corriente de los que creíamos que este premio significaba algo, y prometo, de ahora en adelante, tragarme, por lo menos una vez, el resto de festivales de cine.
Y si ninguno llega a satisfacerme, montaré el mío propio, como hizo Robert Redford.


Lo bueno de todo esto: darme cuenta de que este año las Olimpiadas son en Londres, asique no tendremos que madrugar terriblemente para verlos. Eso sí es alegría.

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