6.2.12

Redescubriendo 300

Hay dos cosas que son de dominio público: una, que demasiado dulce puede llegar a empalagar; y dos, que es muy fina la línea que separa el hecho de ser un erudito, cultivado y refinado, del de ser un esnob, presuntuoso y relamido.

Por eso hoy, amigos, vengo a hablar de tíos buenos.

Me gusta mucho cuando veo películas de la década pasada (sí, de la década de los dosmiles) y voy reconociendo a tal o cual actor o actriz, que ahora se han vuelto muy famosos o han contratado a un asesor de imagen o un buen publicista, pero que en el celuloide queda patente la prueba de que no siempre las cosas fueron así.

Algo así me pasó la última vez que vi 300.
Tengo una relación muy interesante con esta película, en realidad con las dos de Frank Miller. Tanto 300 como Sin City son dos películas con las que disfruté enormemente la primera vez que las vi y que el cuerpo me pide cada cierto tiempo, cuando las ansias de destrucción se me acumulan. Es una especie de catarsis pasiva: me acomodo en el sofá, doy a play, y dejo que la violencia se suceda ante mis ojos, que la sangre, las vísceras y el odio se derramen, mientras yo me voy limpiando. Dos horas después, soy una chica limpia, reconciliada con la vida y libre de pecado.
Sin embargo, la última vez que vi 300 (y aquí retomo), me quedé estupefacta al descubrir semejante plantel de caballeros que, hasta entonces, me habían pasado desapercibidos casi por completo.

RODRIGO SANTORO
Con un rollito a lo Keanu Reeves en sus tiempos mozos, resulta que este modelo brasileño del que todas nos enamoramos perdidamente en Love Actually (porque además era taaan bueno y taaan paciente y tenía ese gesto taaan tierno...) es el malvado rey Jerjes. Vamos, ver para creer.



Parece que en cualquier momento se va a poner a cantar y bailar It's raining men, pero... ¡madre mia! ¡madre mía! Es él.
No todo son ñoñadas, también aparece en la gran película brasileña Carandiru, que desde aquí recomiendo muy mucho (como en Ciudad de Dios, estas son las pelis en las que las ostias te duelen a ti también).




DAVID WENHAM
Ciertamente, tengo que reconocer que no he seguido mucho la trayectoria de este señor australiano, tan sólo tuve la oportunidad de amarle profundamente cuando interpreta al valiente, sensato y pelirrojo Faramir en Lord of the Rings II y III.



La capa y la espada se ve que las pudo reciclar, aunque ahora sólo contaba con un ojo. Igualmente, nos sigue gustando mucho.
Cualquier día de estos se nos marca una comedia romántica... tiempo al tiempo.




MICHAEL FASSBENDER
Y de entre todos los mortales, llega él. Esto sí que es un redescubrimiento. El sanguinario y bravo Stelios, que le iba la marcha como a ningún otro, resulta que es Fassy.


Se nos aceleraban las pulsaciones cuando le veíamos de teniente inglés en Inglourious Basterds, pero resulta que ya le habíamos visto antes... ¡y yo sin haber reparado en su presencia! Imperdonable.


Aunque he de reconocer que con esas melenas al viento, más parece que se va a arrancar encima de un cajón flamenco, que realizar la sublime y devastadora interpretación que haría un año después, en 2008, con la película Hunger  (en Shame repite con el mismo director).


De verdad, sé que le doy mucho bombo a este actor, pero cuantas más cosas suyas veo, más me reafirmo. Porque es versátil y genial. Y porque se le empezará a conocer por títulos comerciales, cuando detrás lleva joyas. O eso me parece a mí, que lo veo con tan buenos ojos...



Lo dicho, Gerard Butler, en una película que va sobre 300 tíos dando gritos y destilando testosterona, no ibas a creer que sólo iba a haber suspiros para ti...


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